martes, 27 de enero de 2009

La nostalgia de extrañar lo que no sucedió. O ¿Y si...? y "mujer contra mujer"

Se lo escribió Annemarie Schwarzenbach --la hermosa drogadicta viajera-- desde África a Carson McCullers cuando ella le dedicó su segunda, magnífica y perturbadora novela Reflejos en un ojo dorado:

No olvides nunca esta terrible obligación de escribir.


Se lo hice prometer una noche en que nos disponíamos a dormir en nuestro sillón demasiado estrecho.

Una histora más completa (de Annemarie y Carson) acá.

lunes, 26 de enero de 2009

¿Quién escribe la "gran novela"?

(fragmento)


Por Stanley Kauffmann


Hay muy pocas razones para pensar que la mejor evaluación de los libros la han hecho sus contemporáneos. Es demasiado temprano para nosotros para atribuir excelencia a ciertos libros contemporáneos simplemente porque expresan preocupaciones de la época; de igual manera es fácil para nosotros, familiarizados con el consenso intelectual y filosófico de nuestra sociedad y nuestro tiempo, descartar libros que no parecen suficientemente "originales"… En los primeros años de su publicación, el Ulises, de James Joyce, El castillo, de Kafka y The Waste Land, de Eliot … fueron descartados con facilidad por ser "extraños" y hasta "engañosos". De la misma forma, en la historia de la literatura, hay demasiados ejemplos de autores que, como Stendhal, parecían demasiado "típicos" de sus propios tiempos.

En la foto William Faulkner.
¿Será que he estado obsesionada con él este mes?

A esto le podemos sumar un corolario: la recompensa de la grandeza es, propiamente, un juicio histórico, no uno contemporáneo. Por mi parte, me gustaría ver un manual de estilo usado por editores de reseñas, desde los menores hasta los mayores, que prohibiera las palabras "grande" y "grandeza", o "perfecto" y "perfección" usados como sinónimos de los anteriores, y aplicados a cualquier ficción menor a veinte años de edad. Si los términos no son válidos cuando aplicados, igualmente se vuelven inválidos -y hasta más ofensivos- cuando son explícitamente negados. ("Claro que ésta no es una gran novela, pero…") Así, quizá, podremos evitar la insinuación de somos capaces de decir qué es lo grande, y lo que no es grande no es bueno, y que todos somos exiliados de un Paraíso Perdido de pasada grandeza continua.


Este artículo se publicó originalmente en Harper's Magazine en noviembre de 1965. La traducción del inglés por Alexia Lefebvre se publicó en Hermano Cerdo en enero de 2009.

jueves, 22 de enero de 2009

miércoles, 21 de enero de 2009

Artimañas para huir de la burocracia (o qué hacer durante la comida)

Hay edificios hermosos tomados por infinitas cajas de papeles, sueños arquitectónicos desperdiciados ante la mirada gacha de los burócratas. Para recuperar esos espacios hay que tomarlos por asalto, burlando guaruras, policías déspotas y secretarias desconfiadas.
Así, echando mano de mis mejores lecturas sobre espionaje y de mi máxima de que un buen saco y una linda sonrisa abren cualquier puerta, invertí hoy una hora en perderme entre los murales del edificio de la SEP en Santo Domingo.
Para empezar, el lugar es hermoso y es como varios edificios a la vez: el rosa de corredores volados con el mural de Siqueiros en la escalera, el de piedra gris con las paredes llenas de visiones de Rivera y uno color crema, pequeño, con macetas en las esquinas.
El mural de Siqueiros es, como toda su obra, muy fuerte. Da la sensación de abalanzarse sobre quien sube las escaleras o se para en el descanso a mirarlo desprevenido. De Rivera (por más detestable, déspota y desleal que fuera como persona) me encantaron el de la danza del venado (en blanco y negro) y "El banquete de Wall Street", ambos en el tercer piso.
Según un amigo que lleva algunos años trabajando en el edificio, los frescos se hicieron muy en el tono de "qué tal si te haces unos murales, Diego, y de paso nos gastamos el presupuesto". Mecenazgo de papá Estado a uno de los hijos predilectos de la posrrevolución, vale la pena mirar las obras. La imagen que lustra la entrada es una foto del mural Fraternidad, pintado por Rivera en 1928.
La libertad es un espacio interno. Todos debemos inventarnos nuestras formas para decir "aunque seas mi jefe no eres mi dueño".

lunes, 19 de enero de 2009

El año que se fue, el año del amor. Inicia el año de la aventura, de la demencia (aunque ésa ha tenido sus décadas de intermitencia)

Para mí 2008 fue el año del amor desbordado y deslumbrante en muchos sentidos —quizá demasiados—, con todos los sentidos. Fue el año que el amor me vapuleó cambiándome toda, que descubrí que los finales felices no siempre incluyen casas e hijos compartidos, y que en mi caso están más lejos que cerca de los vestidos blancos.

Fue el año en que descubrí que amor es también ver fotos de McCurry y hablar de un país que existe más en sus deseos que en mi memoria, de un continente que me invento y me reinventaré hasta hacerlo irreconocible para los geógrafos. Que el amor va bien con chai, con café, con tinto, con pulque, con agua de dudosa procedencia, con tequilas en la madrugada, con todo.

El año en que el futuro me pareció más móvil que nunca y el pasado se me convirtió en un equipaje más ligero.

Un año récord en rabias, pero también en risas, en alegrías, en oportunidades, en aprendizajes. Un año de darme, de recibir. Un año, como dije al principio, plagado de amor.

Gracias a todos. Mujeres y hombres, niños y viejos, conocidos y anónimos. Porque el amor viene en mil formas y colores, porque si algo aprendí este año, es que no se consigue deslactosado y endulcorado en el súper. Que tiene más que ver con un huracán o un autobús atropellándote que planes calendarizados y asépticos.

Y como posdata, va un resumen de algo que también es amor y también me tocó. Para dolerme, para hacerme sonreír. Para hacerme otra.

"A nosotros no nos preocupa quién, o cómo, o con qué se va a dirigir esa rabia. No nos preocupa la velocidad del sueño. Hemos aprendido a confiar en la gente. No necesitan quien los dirija. Se dotan de sus propias estructuras para luchar y triunfar. Toman en sus manos sus propios destinos, y lo hacen mejor que los gobiernos que se imponen desde fuera."

En cambio, "nos preocupa el rumbo y el destino". Y que "el mundo que vaya a parir nuestra rabia se parezca al que hoy padecemos". Ante la tentación de la hegemonía y la homogeneidad, "los pueblos nos enseñaron que hay muchos mundos y que es posible y necesario el respeto mutuo". "No nos propusimos organizar y dirigir a todo México". "Reconocemos nuestros límites, nuestras posibilidades, nuestra 'proporcionalidad'".